recuerdos de mi tierra

Nació entre los límites de dos de los más grandes Municipios de Sinaloa-Mocorito y Sinaloa de Leyva-.Entre los cerros de la Higuerita, el Mapiri y la Peña, bosquejos tenues de lo que será la sierra de Parra. Creció libre al lado de florecientes amapas. Se sombreó bajo los hermosos follajes de Zaparas y Chípiles. Aspiró los dulces aromas de la guayabilla, o el inquietante perfume de las chicuras y cuaviras. Se arrulló con el monótono zumbido de las mil abejas que pueblan de panales el lugar.
Nunca, al mirarlo débil, pequeño e indefenso al nacer, pensé que fuera a crecer tanto como lo hizo, a ser tan fuerte y a influir tanto en nuestras vidas.
Cuando llegó a vivir a las Higueras, ya era grande y seguro de si mismo. Servicial y alegre, pronto tuvo que ver con todos, llenando de promesas halagüeñas a quienes trataba. No todo era dulzura tenía momentos de ira y llegaba a la violencia, por lo que a pesar de ser muy querido, también se le temía.
Era tal su sencillez, que muchas, muchas ocasiones se le vio jugando con los plebes, a quienes les contó de los secretos de la sierra, que el conocía palmo a palmo. Les hablaba de el amargor del copalquín o delas propiedades laxantes de la candelilla. Les platicaba, como gran variedad de aves componían sus sinfonías y las enviaban por el viento hasta rebotar contra la piedra rajada o la peña y bañan de música el verde valle. Les descubrió los cuarzos pulidos en mil caras, como valiosos diamantes,, que se encuentran sembrados entre los verdes cacahuatales, reflejando en sus caras las amarillas flores y sus tiernas raicesillas, que fornican tercamente con la tierra hasta lograr un fruto inigualable. Les ilusiona con las mil pepitas de oro de peso exagerado, que quedaron desperdigadas en la bajada del cerro del mapiri.
Los niños reían, aprendían y disfrutaban de estas amenas e instructivas charlas tarde a tarde , después de haber salido de la Escuela, o los fines de semana ,luego de haberse revolcado a placer jugando a la catota.
No despreciaba a los adultos ¡que va! . Los entendía perfectamente, sobre todo a los rudos campesinos, a quienes daba consuelo en sus penas.”Yo te ayudare en tus siembras”- les decía-no te preocupes “pues haré que tu cosecha sea una de las mejores”- aseguraba- y se despedían siempre con la confianza de que él les cumpliría.
La primera vez que lo miré enfurecido, dejó una marca profunda en mi alma. ¡No lo creía de el!. ¡No concebía cambio tan drástico…!. ¿Qué había pasado con aquel amable ser?¿ que le habían hecho para que reaccionara así?.Su furia era estruendosa, atronadora. De su ser brotaba la explosiva fuerza de una manada de elefantes desbocada. No tenía control. Y ante mis dilatadas pupilas, desfiló la fuerza de su ira. Envolvió en su enojo a cuanto ser vivo se le acercaba. Los jalaba bruscamente… a pequeños y grandes, no respetó tamaño. Vivos e inertes, árboles y casas, todos tuvieron un mismo fin…….La destrucción.
Al rato……La calma. Todo volvía a ser como antes. En su lecho, seguirían bañándose los plebes. Los campesinos continuaron regando con sus aguas las ricas y nobles tierras. Y yo. Yo sigo recordando el hermoso “Arroyón” que a diario canta con argentina voz y circunda como abrazando al poblado de Higueras de los Vega Mocorito Sinaloa.