LA MATA DE PAPACHIS

Cuando llegamos a las Higueras, una vez que saludamos a la familia, me dedique a ir a la siembra del tomate. Como en esos días había bastante fruta y los compradores hacían hilo en el rancho, la raza se peleaba a los cortadores, que bajaban de las rancherías vecinas, desde El Palo de Asta, donde un hermano de mi amigo Silvestre, era quien comandaba la cuadrilla de corte. Otros venían de Nacaveba en su troca de doble rodado. Como urgía el corte, Carlos agarro dos cuadrillas de 20 gentes, unos cortaban por cubeta a tres pesos la misma y otros al diario, estos últimos salieron menos rendidores y por ende más caro el trabajo que ellos hicieron. En ambos equipos, casi la mitad, de las gentes eran mujeres, estas andaban protegidas con pantalones camisas de manga larga y enredada con toallas o rebosos que les dejaban solo los ojos al descubierto. Aun así su belleza no se lograba ocultar del todo, típico de la mujer Sinaloense. Cómo el trabajo no se terminaba ,los días se fueron sucediendo y no había oportunidad de hacer nuestras excursiones acostumbradas a cortar papachis , buscar panales o enjambres y párale hasta ahí pues la casería era imposible dado el gran número de soldados que se dejaban caer al rancho cada semana y que no perdonaban que trajeras una resortera menos un salón 22.Al paso de los días nos decidimos a ir a buscar papachis , con la certeza de que no encontraríamos , pues la fecha estaba avanzada y los chontes no perdonan una fruta madura. Salimos Carlos y yo al cerco del alambre, donde había un gran verano que se dejo perder por falta de precio, sin embargo las sandias abundaban en esa huerta y nos fuimos a cortar algunas para comer en casa. Subimos hasta la falda del cerro, donde aún quedaban surcos con buena sandia, después bajamos hacia en “tomatio” verde, cortamos un balde lleno de los mejores. Parqueamos la troca en la orilla del cerco, y nos fuimos hasta un viejo “cuilon” que verdeaba entre los secos mautos, brincamos el cerco de alambre y con solo nuestras manos nos lanzamos hacia el cerro a buscar papachis, ni una bolsita llevamos chango-le digo a mi hermano - , no te preocupes dice, si tenemos suerte y encontramos papachis, lo de menos será la bolsa. Cuando subimos por una tabla que había sido sembrada de cacahuate y cuya cabecera daba hacia un barranco llenos de arbustos y enredaderas ya secas que volvían impenetrable el camino, Carlos me dice ..”Aquí en esta cabecera tengo una mata de papachi que cada año le corto, espero que no nos hayan ganado los pájaros”…caminamos rumbo a la mata, pero esta no se miraba entre el marañal de secas enredaderas, se para mi hermano y me señala con alegría el lugar, me aproximo y ….!HURRA! ahí entre las ramas se dejaba ver una seca mata de papachi cargada de frutas amarillas que reflejaban la luz del sol con sus puntas amenazantes …Que gusto nos dio , después de haber visto tantas matas sin fruta y cuando encontramos algunos estaban secos y agujerados por los chontes …Esta mata estaba cargada y los frutos intactos , nos pusimos a cortar papachis con una risa loca , pues nos había pegado Lalo…Mike y Petete-la locura pues- , realmente estábamos contentos , cada papachi que cortábamos después de jalar las enredaderas , nos encontrábamos otra bola de frutas colgando de la mata que se escondía entre el breñal, llenos de espinadas en nuestras manos , terminamos nuestra cosecha , contamos los preciados frutos y fueron 130 papachis en la oculta matita. Ahora si para llevarlos va a estar bueno pues solo que nos quitemos las camisas y hagamos liachos con ellas , le dije a mi hermano , nombre –dice- vamos mas pa arriba a ver si la otra mata que conozco tiene frutos buenos , subimos y como a los veinte metros nos encontramos dos costales tirados …Pala mm. Cuando Dios da lo hace a manos llenas. Me traje 100 de los sabrosos frutos y hoy en la mañana me comí uno , a cada estimulo de mis glándulas gustativas por el jugo amargo y dulzón, me lleva hasta los bellos parajes de mi tierra Sinaloense …Bendita sea.