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Minatitleco
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jueves, 16 de octubre de 2008
RECUERDOS DE MI INFANCIA
Vivíamos en medio de una parcela. Alejados de dos poblaciones equidistantes. Las Higueras y Cerro Agudo. La casa era de adobe, dos cuartos y un portal con pilares de mauto, los techos tenían vigas de amapa, una tanda de leños y tapado con tierra. Era relativamente nueva, me tocó ver que mi padre, ayudado por dos hombres más, hiciera el adobe con el que la levantaron. Vivíamos a gusto en la nueva casa .De la casita vieja aún quedaba una pared que se usó como parte de la cocina , se rescató una vieja cruz de madera , que había pertenecido a los anteriores moradores-Esteban “miope” y su mujer la “Chica”-,esta pequeña cruz estaba adornada con algunas flores desteñidas de papel de china. Se puso la cruz en la puerta principal, pa que no entrara el mal a la casa. Vivíamos en la casita mis padres y cuatro hijos, de siete, cinco dos años y un recién nacido.
Como a 50 metros de la casa, al frente, pasaba el arroyo que bajaba el agua de los cerros cercanos, su lecho era ancho y plano, con abundante arena blanca, en sus orillas crecía abundantemente la chicura y la cuavira amén de algunas higuerillas. Este arroyo, en tiempos de lluvia bajaba con gran cantidad de agua, formando grandes “burros”- olas-, pasaba también frente a la casa de Tío Rufino y Tía Virginia,-ambos del Cerro Agudo- nuestros vecinos que vivían a unos 500 metros de nuestra casa en otra parcela que era de su propiedad. La casa de ellos también era de adobe y techo de barro, pero se encontraba en una lomita, lo que la convertía en un otero y en lugar seguro para que el agua del arroyo no entrara en crecidas grandes.
El cielo empezó a nublarse desde temprano, los cigarrones hacían remolinos en la precita, las hormigas se tornaban afanosas cargando a sus hijos hacia lugares más seguros. No sabíamos de ciclones u otras tormentas que amenazaran el área, pues no contábamos con radio, realmente estábamos alejados de la civilización, pero la experiencia, le decía a mi padre, que el temporal sería grande y serio. Ya en la tarde las nubes se acercaron mas a la tierra y un zumbido sordo se dejaba oír por la cañada rumbo al cerro donde la negrura de las nubes se tornaba mas amenazante, las primeras gotas caían como catotas gordas y pesadas, dejando un hueco en la floja tierra seca, el olor a tierra mojada inundó toda la parcela, los guamúchiles altos y vidriosos empezaron a mecerse por el fuerte viento que los empujaba como manos invisibles , los perros se arrejuntaron al hornillo de la vieja cocina , mi madre recogió la ropa de los tendederos , mientras mi papá metía el viejo caballo dentro del corral. Se escuchó un fuerte tronido precedido por el relámpago y el cielo vertió sobre todo el valle el preciado líquido que tanto ansiaba la tierra .Llovió toda la tarde, el arrollo zumbaba como nunca, el viejo guamúchil que sombreaba nuestra casa en los solazos de mayo, crujió y soltó uno de sus brazos, que arrastró a otros más pequeños hasta caer a un lado del portal , el cielo se iluminaba por múltiples rayos , no supimos a que hora había anochecido , pues desde temprano todo se había tornado oscuro. Mi papá estaba preocupado, le desconfiaba a la casa , pensaba que se caería sobre nosotros , o que el arroyo entrara hasta la misma , el caso es que de repente dijo “¡Vámonos Chaga, agarra a los plebes!”, nos echaron unos costales de ixtle encima y agarramos camino ,en plena lluvia , hacia la casa de tía Virginia. En fila india, mi amá con el plebito recién nacido en brazos y nosotros agarrados de la mano de mi apá, nos fuimos abriendo camino entre las chicuras, lo mas alejado de la turbulenta corriente del embravecido arroyo, la tierra del bordo era colorada y resbalosa, se sentía pegajosa, lo que alentaba nuestro caminar. Por fin, todos entripados llegamos a la casa de los vecinos, quienes nos recibieron con muestra de alegría. Hoy no dudo de que rompieran la tensión al vernos, había miedo en el ambiente, y a pesar de estar en parte alta, la casa de los tíos se desgastaba aceleradamente de sus paredes por lo fuerte que el agua golpeaba al viejo barro. Estando ahí oí a mi padre decir, que para que los plebes durmieran tranquilos y secos, nos había llevado a la casa de los tíos. A pesar de la hora, jugamos un rato con los plebes de tía Virginia, hasta quedarnos dormidos. Los adultos no durmieron nada, pues para empezar estaban alertas y además no hubo espacio donde hacerlo pues la casita de los tíos se llovió todita. Amaneció y el sol salió derramando su calor con más intensidad que nunca. No había nubes, y a nuestra alrededor solo se miraba monte ladeado por el viento y en toda la orilla del arroyo se apreciaban restos de árboles y postes viejos que el arroyo arrastro dejándolos en la ribera, llegamos a nuestra casa con los huaraches llenos de zoquete colorado y la casa estaba seca, ni una gota se había colado por su techo, mi amá quería garrotear a mi apá .Este año que me ha tocado vivir estas grandes inundaciones , me hizo recordar esos momentos tan mojados que vivimos .
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