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Minatitleco
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jueves, 27 de noviembre de 2008
EL FIN DEL CHAPO
ATARDECER EN LAS HIGUERAS -OLEO SOBRE TELA- de mi autoría.
Este Día ha sido más pesado que los anteriores. El calor ha aumentado y apenas empieza el mes de mayo-en este soliloquio se debatía el Chapo, mientras forcejeaba con unos güirotes de compio en la ladera del barranco. Estaba en la sobra de un alto chípil. Este frondoso árbol había crecido en la pared norte del hondo barranco que bajaba desde la cumbre del empinado cerro. Sus raíces aéreas se desprendían desde los horizontales brazos, sedientas buscaban el lecho del arroyo para hundirse entre las piedras. La sombra era su salvación en esos días caniculares .Había juntados hojas de diferentes vegetales y amontonándolas formó un mullido colchón, usando como almohada la saliente raíz del chípil. Cuanto tiempo tenía en ese solitario paraje..? . Ya se le hacía demasiado el tiempo, sin embargo solo habían transcurrido cuatro días, desde que pasó el maldito incidente. Matar, nunca se imaginó, que el mataría a una persona, sin embargo todo pasó tan rápido, que no se dio completa cuenta de que se sentía quitarle la vida a otro ser humano. La verdad la ira ciega y ese día el estaba loco de ira, de otra manera no hubiera reaccionado como lo hiso. Sus padres no eran ricos, pero tenían algunas tierras que sembraban hasta dos veces al año, de ahí salía para vivir de forma modesta, pero siendo tantos hermanos, no había motivo de queja pues todos comían bien y guaraches no les faltó nunca. Su papá le enseñó a amar la tierra que cultivaban y los cercos que limitaban sus parcelas eran la extensión de su casa, conocían palmo a palmo los barrancos, arroyuelos, lomeríos y cañadas, las veredas entre el espeso monte al pie de los cerros las recorría con los ojos cerrados. Sabía donde estaba cada una de las quebradas de las tierras que sembraban. La tierra no era mucha a lo sumo eran 7 hectáreas y ya dividida entre los 10 hijos no les iba a tocar casi de a nada, pero mientras siguieran juntos casa seguiría siendo la tierra de la familia.
Entró el agrarismo, ya se había oído el rumor de que se iban a repartir las tierras entre los que no tenían .La familia estaba tranquila, pues eran poseedores de poca tierra, en la ranchería había latifundistas y seguro a ellos se les quitaría tierra para repartir no a los pequeños propietarios que apenas les alcanzaba para irla pasando con su agotador trabajo y con los tiempos que no siempre eran los mejores para las cosechas. Pero la justicia no ha sido nunca compañera del Gobierno y si dicen que es ciega con la familia del chapo-según el- de plano no vio ni sintió ni oyó nada, pues de la manera mas vil, llegó la orden del centro de que esas tierras que bordeaban el cerro del “Aguaje” fueran repartidas entre siete habitantes del rancho que ahora eran Agraristas. Los amigos de infancia, los compadres, los vecinos y algunos hasta parientes, fueron los verdugos y usufructuarios de las tierras tan queridas. Nuestras tierras, se lamentaba el Chapo, nuestras tierras donde crecimos , de donde nuestros padres levantaron a la familia , tierras que pasaron de generación a generación , sin crecer sin expandirse ,sin reproducirse , solo metiéndose en nuestro cuerpo y en nuestra alma, como polvo , como aroma de tierra mojada , como vida en la vida .Se sentía despojado , robado y pensar que su amigo desde niño , era el líder de los agraristas , era y sabía que esas tierras eran de muchos o no solo de el , eran muchos hermanos y ya ninguno tendría nunca mas su amada tierra .Se disculpó un día el Chato su amigo. Son cosas del Gobierno le dijo. A los Armendáriz y a los Castelo y a los Roa, no les quitaron ni una hectárea, a pesar de ser grandes latifundios, porque son amigos del Gobernador y tienen palancas muy arriba, además soltaron muchos billetes para ampararse - le dice-.Mal día para la disculpa, el Chapo andaba tomando, pues era su cumpleaños. El Chato a pesar de estarse disculpando miraba al Chapo con aquella miradita burlona, que sabía bien, sacaba de quicio a sus interlocutores. El Chapo sintió que se estaban burlando de el , que le echaban sal a su herida, se fue enfureciendo tanto que ciego de ira descargó su 45 en el pecho del Chato que cayó fulminado para no levantarse jamás.Por eso estaba en el cerro ,por eso huía e iba a perder su amado terruño para siempre. Jaló el chapo otro güirote y con el machete lo cortó para que no le estorbara en su refugio, mientras recordaba esos pasajes dolorosos de su reciente pasado. Se remangó la mugrosa camisa empapada de sudor y atrapó otra gruesa liana que colgaba entre las ramas, sintió la espinada en la muñeca y la soltó bruscamente para ver que había pasado. Entonces la vio, la gruesa liana colgante no era tal, era una “burila” gruesa y vieja que al sentirse molestada había clavado sus filosos colmillos en la muñeca del Chapo inoculando su mortal veneno .Solo pasaron dos horas y el Chapo se fue agotando lentamente en los barrancos del cerro tan querido, entre pochotes, mautos y amapas, entre ramas de candelilla, y pequeñas pitahayas cardonas que lo arroparon. Hasta que por los zopilotes que anduvieron volando en remolino lo encontraron ya con el cuerpo deshecho, casi reintegrado a su amada tierra.
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