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Minatitleco
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martes, 17 de junio de 2008
EMILIO Y EL COYOTE
Tener un “verano” –huerta de sandía- en nuestra ranchería, era motivo de orgullo y júbilo, sobre todo para los plebes, que participábamos activamente en su formación hasta que se “tiraba”-abandonarlo porque ya no daría sandía-.
Tenía esta actividad agrícola, una rara fascinación sobre nosotros. Nos gustaba desde el momento del barbecho, cuando se pasaba la rastra, tirada por mulas, para doblegar a los inhiestos “bledos” espinosos y resecos ya, que abundaban en las tierras bajas. Estas tierras eran las preferidas para la siembra de la sandía por que conservaban la humedad tan necesaria para la delicada planta. Después marcaban los surcos para equidistar las plantas, y nosotros a la par de nuestros padres y tíos corríamos entre los surcos tirándonos con los terrones negros y brillosos por la humedad, que auguraba buena siembra.
Una vez que la planta nacía era acreedora de mil cuidados, para un crecimiento sano .Los adultos manejaban algunos fumigantes si se detectaba plaga. Nosotros por nuestra parte arrancábamos las hierbas malignas apenas asomaban su presencia entre las matas de sandía, y ya mas grande esta cuando soltaba sus guías, con sus cogollos mirando al cielo como alas de mariposas verdes queriendo remontar el vuelo, cuidábamos de que los cardenales,”chontes” y gorriones no saciaran su apetito con sus renuevos, para eso usábamos las resorteras y en ocasiones las hondas para ahuyentarlos.
Se ponía alrededor de la huerta un cerco de alambre y en la base de todo el cerco se rodeaba de ramas espinosas-güinolo o bainoro, a esta rama tirada le llamábamos “lomillo”-, para evitar que mas tarde cuando ya estuviera dando fruta, entraran animales más grandes - coyotes y liebres -a comérsela. Muchas veces, si no es que siempre, los astutos coyotes horadaban el “lomillo” y entraban a comer sandía-siempre la madura -.Nosotros recorríamos todo el cerco buscando el portillo y en ese lugar colocábamos trampas para detener a los ladrones animales .Cuando un coyote caía en una trampa, era tan difícil quitársela, que la gente se arremolinaba para no perderse el espectáculo, se usaban horquetas para inmovilizar al canido y aún así pocos se animaban a quitar la trampa .En muchas ocasiones ni se arrimaba uno por la fiereza del animal y este nos dejaba el pedazo de pata en la trampa o se la llevaba –la trampa -consigo .
Estando mi hermano Emilio ya adolecente, se dio cuenta de una cualidad innata en el, y después le sacó mucho provecho en los veranos, siendo el ya el patrón. Un día cayó un coyote en la trampa y parecía que doblaba en fiereza al más rebelde de los que habíamos atrapado. Emilio tocado sabrá Dios porqué, se dirigió directamente al animal, le habló quedo y se arrodillo junto a el sin que el coyote, que no dejaba de verlo, hiciera movimiento brusco o denotara desconfianza, le tomó la pata entrampada y delicadamente se la liberó. Los coyotes al ser liberados parten brusca y velozmente del lugar del accidente, este se le quedó mirando a su libertador y lentamente dio la vuelta y enfiló al monte de donde había venido, ya para penetrar en la espesura se para, voltea como despidiéndose y desaparece. No fue la única vez que Emilio lo hizo, después tuvo varias oportunidades con otros coyotes con el mismo resultado, al preguntarle que les decía solo nos respondió que el se aproximaba a ellos confiado de que no harían nada y así era.
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1 comentario:
primo..coyote no come coyote...jajjaja que no somos coyotes??
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